Algunas arpas se encuentran magníficamente talladas, con extensiones antropomorfas, en el estilo de las estatuas ancestrales.
Su origen se remonta a un antiguo culto de los ancestros. Ejercía un papel esencial en el ritual de iniciación masculina, guiando al participante en el viaje que le conducía al país de los ancestros, lugar donde él debía renacer. También se utilizaba en las ceremonias terapéuticas de posesión propias de la sociedad femenina. A partir del año 1930, a todos estos rituales, le han añadido paulatinamente elementos de la liturgia católica; así el arpa, principio femenino y génesis del mundo, es considerada la Santa Virgen en ciertas sectas sincréticas.