Alrededor de veinte láminas son colocadas sobre una gran caja de madera que hace las veces de resonador.
El instrumento se afina en escala pentatónica de octavas paralelas y la práctica, hoy en día, consiste en pellizcar los extremos de las láminas con los pulgares. Cada uno de ellos toca simultáneamente dos láminas contiguas afinadas a una octava de distancia.
Es usado para el acompañamiento de canciones, en grupos de tres o cuatro instrumentos, junto con un sonajero. El resultado proporciona a la línea vocal una base rítmico-melódica que está en constante movimiento y desarrollo.